IV
sin levantar las cosas de sus quicios
lo tienen todo en proporcion dispuesto
los bellos mexicanos edificios.
¡Buen domingo, querido lector! ¿Recuerda usted estos versos de Bernardo de Balbuena, aquel amante de la primera México que logró aprehender el carácter propio de estas regiones? Hijo de un abogado criollo y enamoradizo dejó los brazos maternos en la lejana Valdepeñas. Llegó a tierras novohispanas en 1564, con apenas dos años de edad, y aquí vivió las dos terceras partes de su existencia. Estudió primero en Guadalajara y luego obtuvo la licenciatura en Artes y Teología en
Este hombre tan importante, según se desprende de su biografía, vivió añorando su dulce patria mexicana, sus recuerdos en la inolvidable Guadalajara, sus estudios universitarios, sus paseos por la ciudad. En este género de remembranzas elogiosas y conmemorativas, Balbuena no es un innovador, sino un continuador de un noble hábito de las grandes metrópolis entre la gente bien nacida y letrada: la celebración de la ciudad en donde se ha nacido, o se vive, o se trabaja fue un signo de homenaje a la patria generosa que ha dado cobijo, a la ciudad que ha embellecido hermosas horas, a los edificios que han formado parte de la vida y del paisaje cotidiano y siempre amado, a los monumentos, a las fuentes, a los quioscos.
Pero vayamos a la obra que a nosotros, sus compatriotas, nos importa, su Grandeza mexicana. Bernardo ama a la ciudad que lo vio crecer. Ella también, día a día, cambia su imagen: con nuevas mansiones, con otras plazas, con distintos monumentos, con importantes iglesias, además de las necesarias adecuaciones que iba requiriendo la vida administrativa de
Pasados los años o los siglos, cada piedra, cada sitiio, revelará un momento vivido por todos, por quienes aportaron los bienes materiales, por los que entregaron su visión artística, por quienes prefiguraron un diseño, por quienes sopesaron cada gramo de esfuerzo y tomaron las mejores decisiones. Respetar el sitio de cada parte integrante de las ciudades muestra una clara conciencia de identidad.
Y usted, amigo mío, ¿me leerá el próximo domingo? Gracias. Lo espero.
anaelenadiazalejo@prodigy.net.mx
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(Columna publicada en el periódico La Razón, Tampico, Tam, 14 de marzo de 2010).
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