miércoles, 5 de mayo de 2010

CITA A CIEGAS


¡Buen domingo, querido lector! “Crear un espacio abierto a la cultura siempre es una labor que plantea muchos riesgos, y sostenerlo activo durante cinco años con propuestas teatrales diversas y de alta calidad, sí son motivo de celebración”, afirman y demuestran los directores de El Círculo Teatral Alberto Estrella y Víctor Carpinteiro quienes, desde hace ya cinco años, trabajan en esta difícil pero gozosa labor: labor ímproba, a no dudar.


El Círculo Teatral ha presentado la obra del dramaturgo argentino Mario Diament: Cita a ciegas. Los actores: Silvia Mariscal, Fernando Becerril, Luis Cárdenas, Marcia Coutiño y Ángeles Marín. El director: Barclay Goldsmith. Escenografía e iluminación: Arturo Nava.


Y allí, en su acogedor e íntimo domicilio (Veracruz 107, Condesa, D.F.), asistimos a esta obra fundamental del teatro contemporáneo. Allí las agresivas propuestas van encontrando contesta mediante la voz catalizadora del personaje principal de la pieza: un Ciego, escritor de gran fama (la alusión borgeana es inevitable), aposentado en la banca de un parque, a cuya compañía acuden, necesitadamente, los solitarios viandantes. Y esta voz y esta mirada que todo lo “ve”, serena y percatada, logra, con terapéuticas inquisiciones, hacer emerger la verdad ineluctable, incontrastable: las propuestas del dramaturgo encarnadas en personajes perfectamente diseñados:


Un Hombre, sin nombre, es decir, cualquier hombre de mediana edad, de vida burocratizada, vulnerable ante los encantos de una mujer joven y vital, y urgido de vida hasta el extremo de desviarse de su ortodoxia.


Una Mujer, sin nombre, es decir, cualquier mujer de mediana edad, harta de su propia vida como esposa y como madre porque en ella no ha encontrado ningún sentimiento valedero que la sostenga, pero con un ingrediente importante: cuando joven, allá, en París, en el leve y rápido trayecto de una escalera eléctrica, pasó junto a ella, frente a frente, un hombre cuya imagen la prendó para toda la vida (el Ciego que, a su vez, habrá de recordarla siempre). Ambos se buscaron y no se hallaron: él ya era ciego, no podría verla. Y en esa ilusión transcurrió, la vida de ambos hasta que, al final de su camino, logran encontrarse y prolongar su primer destello.


Una Muchacha, sin nombre, es decir, cualquier chica egoísta que desea vivir el momento, gusta del arte, esculpe y corre por el parque y, enamorada de un pintor agonizante, es capaz de cometer todo tipo de deshonestidades, hasta la de pervertir el amor y el arte.


Una Psicóloga, sin nombre, es decir, cualquier profesionista formal con su clientela, pero que sufre y grita su propio automatismo, se revela ante el adulterio y su costo económico y, a pesar de su instruida inteligencia, se erige en juez y reclama responsabilidad conyugal, palabra que hasta suena bien, si no fuera porque ella la erige en el gran motivo de su matrimonio.


Las propuestas son evidentes: el Amor, como el Arte en cualquiera de sus manifestaciones, no puede ser pervertido. Atentar contra este principio conduce a la desventura y a la muerte. Así lo confirman dos parejas en efervescente desdicha: la joven, condenada al fracaso y a perder la vida consumida en un egoísmo que no le permite mirar y respetar a los demás; la pareja madura, automatizada, se ha olvidado del amor. Y la pareja que vivió el Amor de manera tan inusual en el rápido ascenso de una escalera, pero permaneció fiel a ese sentimiento, encuentra la felicidad.


La obra nos afecta profundamente por la impecable interpretación de sus experimentados actores, y por la puntual y acertada dirección que logra dar en el blanco: el deseable espejo frente al espectador, indudable propósito del dramaturgo.


¿Lo espero el próximo domingo? Gracias. Aquí estaré

anaelenadiazalejo@prodigy.net.mx

www.endulcecharla.blogspot.com

www.LaRazon.com.mx

Radio 920 AM, 6.15, 19.45 y 21 h

www.miradio.com.mx



(Columna publicada en el periódico La Razón, Tampico, Tams., el 21 de marzo de 2010).





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