lunes, 12 de enero de 2009

FESTINA LENTE


¡Buen domingo, querido lector! ¿Cuántos errores hemos cometido al tomar una decisión apresurada? Todos recordamos la gravedad de un momento en el que nos hemos jugado el futuro frente a un abanico de vías por seguir. Sí. La vida nos presenta un permanente sendero de disyuntivas, de pruebas. Así nos sucede cuando salimos de nuestro hogar en busca de otros intereses, cuando elegimos una carrera, cuando adquirimos un inmueble, cuando iniciamos una mudanza o cuando decidimos cambiar de vida. Por la importancia de cada paso y de sus repercusiones, conviene considerar los elementos que integran cada opción, a sabiendas de que el resultado podrá afectarnos sólo unos instantes o toda nuestra vida. Elegir es renunciar, y por ello, cada afirmación o cada negación impone un estudio concienzudo, mayor o menor en tiempo, según sus circunstancias, para que la certeza y el convencimiento nos acompañen y no haya nada que lamentar por nuestros actos, por nuestras palabras o por nuestros deseos.

Nuestro sentido común puede y debe proporcionarnos algunas respuestas: si somos proclives al insomnio, lo prudente es no ingerir ningún estimulante nocturno; si nuestra digestión es difícil, no conviene cenar con demasiado entusiasmo. En estos casos, las decisiones torpes sólo nos causarían una mala noche. Hay una buena cantidad de ejemplos de esta naturaleza, entre otros: películas, visitas, paseos de los que nos hemos arrepentido casi de inmediato. En fin, todos ellos, si bien ingratos, son subsanables y la sangre no llega al río.

Pero veamos otras alternativas: un corte de pelo mal elegido habrá que padecerlo por algunas semanas mientras recuperamos la apariencia normal. La elección impensada de una carrera nos expone a trabajar, quién sabe por cuánto tiempo, en algo no deseado y a llevar un fardo de infelicidad sobre nuestros hombros. Un apurado cambio de nacionalidad nunca dejará de lastimarnos por el abandona a nuestra Patria. ¿Y una mala elección matrimonial? Claro, usted me dirá: “este ejemplo no vale, para eso están los divorcios”. Pero yo le respondería: “Alguna vez se ha divorciado?, y si ha sido así, ¿desea volver a sufrir esa experiencia?, hay otros vínculos sentimentales menos destructivos. Pero creo que hay ejemplos más graves, ¿como cuáles?, como preferir la libertad o la cárcel, como decidir entre la vida y la muerte, cómo elegir entre la infamia y el honor.

En todos estos casos, desde el menú de la cena hasta el tipo de vida o de muerte, la reflexión demanda un tiempo sereno para crear su ámbito de certezas. FESTINA LENTE!, dijo el gran Augusto. Nosotros, en castellano directo, afirmaríamos: ¡Despacio… vamos de prisa! El no meditar conlleva el error porque no permite tomar una perspectiva exacta. Festinar los hechos de nuestra vida, apresurar nuestras jornadas, revela, sin duda alguna, cierta urgencia por morir, por autocastigarnos, por huir de algo que nos tiene insatisfechos. En estos casos, ¿no cree usted que valdría la pena meditar sobre ese algo que nos impide disfrutar de cada instante?

Yo creo, querido amigo, que, sin aspirar a ser modelos de lentitud, nuestra vida, nuestra única propiedad verdadera, merece ser saboreada, como la comida, como el amor, como la lectura, como la conversación? ¿Se imagina lo que sería de nosotros si comiéramos, amáramos, leyéramos o conversáramos con el ánimo de concluir prontamente? Sí, pasaríamos por el planeta sin enterarnos de que hay día y noche y belleza y viento y arena y colores y tantas cosas magníficas que están frente a nosotros para ser admiradas bajo la norma de Augusto: FESTINA LENTE! Por fortuna, usted y yo no somos apóstatas de la vida ni pertenecemos al club de los que se arrepienten por haber desperdiciado un minuto al contemplar un crepúsculo de otoño. Al contrario, usted y yo somos de los que volvemos al siguiente día, al mismo lugar y a la misma hora, para rendir honores al Aire, al Agua, al Fuego, a la Tierra y regalarnos todos los minutos que los dioses nos quieran conceder, porque la Vida hay que vivirla sorbo a sorbo, despacio, sintiendo en nuestro ser cada una de sus moléculas. ¿Verdad que sí?

¿Y me leerá el próximo domingo? Gracias, lo espero.

anaelenadiazalejo@prodigy.net.mx
(Columna publicada el 11 de enero de 2009)

1 comentario:

Nills dijo...

Te he leido con mucho interes y emoción. Esa líneas están llenas de pasión dulce y pausada. Bendita casualidad que me he decidio a leerte, estaba buscando la marca de relojes FESTINA y encontré FESTINA LENTE..