martes, 5 de agosto de 2008

INFRINGIR E INFLIGIR


¡Buen domingo, querido lector! Usted y yo hemos escuchado el uso indebido de la palabra INFRINGIR, misma que suele ser aplicada con el sentido de INFLIGIR. Quizá este error sea cometido hasta por algunos profesionales de la oratoria, dado el peso fortísimo de su significado: el Diccionario de la Lengua nos ofrece una sola acepción: “Quebrantar leyes, órdenes, etc.” Y eso es todo. El DICCIONARIO LATÍN-ESPAÑOL ESPAÑOL-LATÍN, de Julio Pimentel Álvarez (Porrúa, 1999) dice que procede del latín infringere, cuyo significado es el de “romper, quebrar, hacer castañetear los dedos, dar contra algo, chocar, abatir, disminuir, menguar, desalentar”, ideas que confirman la única acepción del DICCIONARIO. Estamos hablando de un delito muy grave porque afecta la sintaxis social: el quebrantamiento de las leyes, y en este renglón quedan inscritas las ordenadas por nuestras normas jurídicas, políticas, morales, y todas las que permitan la mejor convivencia. Así pues, INFRINGIR significa incumplir. Y nada más. De esta manera, son correctas las siguientes frases: infringir la ley, infringir las normas sociales, infringir la moral establecida.

En el caso de INFLIGIR, el DICCIONARIO DE LA LENGUA nos dice: “Del latín infligere: herir, golpear. 1. Causar daño. 2. Imponer un castigo”. Obviamente, es una voz que no tiene nada que ver con INFRINGIR. Por ello, es correcta la expresión: “Juan le infligió a Jorge un severo castigo”. O bien, si quiere usted jugar un poco, podemos decir: “Si INFRINGES la Constitución, se te INFLIGIRÁ el castigo que impone la ley.” Como usted comprende, esto es tan sólo un mero ejemplo retórico.

Ambas palabras, INFRINGIR e INFLIGIR, pertenecen al grupo de las PARÓNIMAS, que el diccionario define así: “Del griego parónomos. [semejante] 1. Se dice de cada uno de dos o más vocablos que tienen entre sí relación o semejanza, por su etimología o solamente por su forma o sonido”. En el caso que comento, se trata de una coincidencia fonética.

Como ejemplo de palabras parónimas, permítame traer aquí el famoso cuarteto del ilustre don Juan de Tarsis y Peralta, más conocido en el mundo de las letras como Conde de Villamediana (1582-1622), y que usted recordará en la voz de su maestro de secundaria, justamente para ilustrar un caso de palabras parónimas por motivos fonéticos:

¡QUÉ GALÁN QUE ENTRÓ VERGEL
CON CINTILLO DE DIAMANTES
DIAMANTES QUE FUERON ANTES
DIAMANTES [DE AMANTES] DE SU MUJER!!

El ingenio del famoso conde, no siempre de buena fe, le valió algunos descalabros, particularmente en su juventud tan llena de agitaciones extraordinarias. Sus amoríos, casi todos inconfesables, lo condujeron a la muerte violenta: fue asesinado un 21 de agosto, y se dijo que en tal hecho no fue del todo ajeno el propio Felipe IV quien, apenas ascendido al trono en 1621, ya le guardaba al poeta rencores muy profundos. ¿No le parece fascinante, caro lector, este venero inagotable de historias, picantes y misteriosas, entretejidas en las letras peninsulares? Permítame evocar aquí a don Julio Torri, mi insuperable profesor de Literatura Española del Siglo XVIII.

Pero volvamos a la gramática: tenemos, pues, dos fenómenos: uno relativo a la semejanza formal entre dos palabras, y otro a la figura retórica que se crea al unirse dos voces y crear, en el efecto de su pronunciación, un sonido semejante. Ambos hechos lingüísticos entran en una sola nominación: PARONOMASIA. ¿Otros ejemplos? ESPIAR y EXPIAR, ESPIRAR y EXPIRAR, ESTIRPE y EXTIRPE, ESOTÉRICO y EXOTÉRICO, INTIMAR e INTIMIDAR, FACTURA y FRACTURA, FLAGRANTE y FRAGANTE, GARITO y GARLITO, PARÁFRASIS y PERÍFRASIS, VAGIDO y VAHÍDO, entre otros mil que podríamos agregar en esta nómina y que son ignorados cotidianamente.

¿Y me leerá el próximo domingo? Gracias. Pero deseo invitarlo a la plática que con el título “Los libros sí muerden” ofreceré en el Teatro Experimental del ESPACIO CULTURAL METROPOLITANO el próximo viernes 8 de agosto a las 20 hs. ¿Lo espero? Gracias, allí estaré.

(Columna publicada el 3 de agosto de 2008)

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