lunes, 25 de agosto de 2008

BORGES


¡Buen domingo, querido lector! Hoy, 24 de agosto, pero de 1899, nació en Buenos Aires, Jorge Luis Borges. Más conocido como narrador que como poeta, a él debemos el retorno del cuento fantástico a las letras de Hispanoamérica. Hablar de su obra es intentar detener un poliedro en movimiento. Es difícil, muy difícil, apresar las ideas que han motivado cada una de sus líneas, cada uno de sus versos. Tengo a la vista su NUEVA ANTOLOGÍA PERSONAL, a la que me he acostumbrado a pesar de que disfruto de eso que, editorialmente, se ha dado en llamar “obras completas”.

“Ojalá las páginas que he elegido prosigan su intrincado destino en la conciencia del lector”, dice Borges en su “Prólogo”, y dice bien. La obra de un artista es un apretado nudo de propuestas que el lector habrá de ir desmadejando según se lo permita su sensibilidad. En el caso de Borges, varios temas me seducen, pero, con su venia, caro lector, elijo uno: el de la inmortalidad de nuestros antepasados, cuya presencia, transverberada en un interminable presente, pervive por los Siglos de los Siglos:


SOY, PERO SOY TAMBIÉN EL OTRO, EL MUERTO,
EL OTRO DE MI SANGRE Y DE MI NOMBRE;
SOY UN VAGO SEÑOR Y SOY EL HOMBRE
QUE DETUVO LAS LANZAS DEL DESIERTO.
VUELVO A JUNÍN, DONDE NO ESTUVE NUNCA,
A TU JUNÍN, ABUELO BORGES. ¿ME OYES,
SOMBRA O CENIZA ÚLTIMA, O DESOYES
EN TU SUEÑO DE BRONCE ESTA VOZ TRUNCA?


Grave carga conducimos: el ayer subsumido en el ahora nos enriquece y nos dota de aquello que hoy no podríamos poseer ni en experiencia ni en instrucción ni en tiempo ni en espacio. Esta manera de entender la vida como consecuencia diacrónica física –muy ajena a la idea de reencarnaciones y karmas–; este modo de aceptar que somos parte de un proceso biológico en el que la vida celular va siendo transmitida en cada generación con toda su potencia vital; esta concepción de la existencia que guarda los esquemas de todos los siglos, esta manera, nos une a un origen adormecido en las reconditeces abisales del inconsciente –latente en los pulsos de nuestro ser–, nos ilumina desde remotos instantes y nos permite conocer el universo de hoy y nombrar –en otro marco de intuiciones– a los mismos Elementos que atormentaron a los primeros hombres y luego recibieron el bautizo en la física aristotélica: Aire, Agua, Fuego, Tierra, unigénitos dioses ante quienes, azorados, conmovidos y medrosos, nuestros primeros padres hincaron su rodilla por primera vez.

Aceptar la vida como un proceso evolutivo amplifica la comprensión del mundo: explica las dudas sobre hombres y hechos, da luces al pasado individual como suceso inserto en los ciclos de la Historia, y permite asumir la responsabilidad de la que somos depositarios no sólo ante el planeta sino ante el Cosmos:

DONDE ESTARÁN LOS SIGLOS, DÓNDE EL SUEÑO
DE ESPADAS QUE LOS TÁRTAROS SOÑARON,
DÓNDE LOS FUERTES MUROS QUE ALLANARON,
DÓNDE EL ÁRBOL DE ADÁN Y EL OTRO LEÑO?
EL PRESENTE ESTÁ SOLO. LA MEMORIA
ERIGE TIEMPO. SUCESIÓN Y ENGAÑO
ES LA RUTINA DEL RELOJ. EL AÑO
NO ES MENOS VANO QUE LA VANA HISTORIA
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
EL HOY FUGAZ ES TENUE Y ES ETERNO;
OTRO CIELO NO ESPERES, NI OTRO INFIERNO.


Jorge Luis Borges murió en la ciudad de Ginebra el 14 de junio de 1986. Se distinguió por no haber recibido el premio Nobel.

Y usted, amigo en el Tiempo, ¿me leerá el próximo domingo? Gracias. Aquí estaré.

(Columna publicada el 24 de agosto de 2008)

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