lunes, 15 de septiembre de 2008

EN EL MES DE LA PATRIA


¡Buen domingo, querido lector! Hemos llegado al Mes de la Patria, la fecha tan esperada para festejar a este suelo nuestro, para tener el honor de llamarnos mexicanos, para escudar orgullosamente nuestros hogares y nuestros automóviles con los símbolos patrios. ¡Claro! ¡Por supuesto! ¡Estamos en septiembre! Pero, ¿cuántos mexicanos recuerdan con exactitud qué sucedió en un septiembre como éste?, ¿cuántos mexicanos asumen el significado de esta fecha, aunque sólo sea como algo difuso que escucharon hace ya mucho tiempo en la escuela primaria?, ¿cuántos mexicanos que adornan sus empresas en septiembre con los colores de nuestra bandera están informados de por qué lo hacen? Estoy segura de que todos podrían afirmar que fue en un 15 de septiembre, pero de 1810, cuando en la parroquia de Dolores un sacerdote ilustrado, Miguel Hidalgo y Costilla, convocó a su pueblo cuyos arreos de guerra eran sólo una pobre provisión de piedras, palos, hondas y machetes. Que fue aquel valiente cura quien amasó la cólera de los desposeídos y dio forma a la primera gran revolución de esta América Nuestra. Que él abrogó los tributos que pesaban sobre el pueblo, que suprimió la distinción de “castas”, que declaró abolida la esclavitud. Que este suceso fue no sólo un ejemplo para América sino también una lección para Europa. ¡La Independencia de México! ¡La liberación de las opresiones! ¡El respeto ciudadano ante el mundo! Aquellos primeros mexicanos lucharon a sangre y fuego para que este México nuestro viviera en plenitud. ¡Abandonaron sus hogares, sus tierras! ¡No volvieron a ver a sus familias! ¡Dejaron la vida en el campo de batalla.

Aquellos hombres son nuestros padres cívicos, y nosotros somos sus herederos. Y todos, absolutamente todos, conocemos y no olvidamos los hechos que conmemora este mes heroico. Y por ello luchamos día con día para honrar las libertades que a nuestros antepasados les costó la vida. Y nos esforzamos para venerar a la Patria que nos legaron los mejores hombres de su historia. ¡Y que nadie nos ofenda preguntándonos qué sucedió en aquel septiembre de 1810! Todos lo sabemos: porque las altas autoridades del país han puesto énfasis en su conocimiento para que cada hombre y cada mujer que viven en esta tierra respiren la atmósfera de devoción que la Patria merece; porque en cada plan escolar esta información tiene un sitio primordial; porque nuestra constitución es enseñada con toda puntualidad a cada estudiante para que no haya ni un solo resquicio por donde se trasmine la corrupción; porque desde el síndico hasta el presidente de la República han dado primacía a la historia de México como base de la cultura nacional; porque los planes sociales acuerdan con los educativos los mejores instrumentos para que no haya un solo mexicano que no sepa leer y escribir; porque nuestras leyes de protección jurídica, insertas en el gran orden institucional, velan místicamente por el bienestar del pueblo, por la consideración a su integridad individual; porque la salud física de la sociedad es punto básico de preocupación política del gobierno; porque el estado fomenta la investigación científica y humanística en beneficio del alto espíritu patrio… y por tantas razones más que usted, querido lector, atesora mejor que yo, ¡pero tantas! que es imposible no recordar la gesta heroica de aquel mes de septiembre de 1810, que es imposible que los sagrados nombres de nuestros héroes sean preteridos en cualquier acto cívico, que es imposible que sólo sea en cada mes de septiembre cuando la ciudadanía rinda homenaje a la nación, porque éstos son deberes para cada uno de los momentos de nuestra vida. ¿Verdad, querido lector?

Gracias por decirme que está de acuerdo conmigo.
¿Y me leerá la próxima semana? Gracias. Lo espero.



(Columna publicada el 14 de septiembre de 2008)

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