lunes, 23 de marzo de 2009

ESCUCHANDO A GLORIA GÓMEZ GUZMÁN


¡Buen domingo, querido lector! ¿Verdad que ya le he confesado que me gusta leer poesía? Lo que no le he dicho es a qué hora leo. Mire usted, leo en el día, para encontrarme con el poeta y pedirle cuentas y demandarle que me revele por qué eligió tal o cual verso. Leo por la noche para perderme en las líneas y mirar con los ojos del artista, y vivir con sus sentidos y tratar de llegar a sus playas y conversar con él… En el día, soy la lectora de oficio, observadora de imágenes, de ritmos, de metáforas. Por la noche, voy de visita, dispuesta al sacrificio; a la espera de un gesto, al encuentro de una emoción.

He intentado leer a Gloria Gómez en el día, pero sus versos se acantonaron; las letras, como erizos, se convirtieron en esferas herméticas, y las páginas, fieles guardianas, no me dieron el paso. Tuve que esperar, humildemente, la llegada de la noche. Y el libro, puerto antológico, abrió su follaje. Ramas heridas de un mismo tronco deshojaron ante mí los pétalos de cuatro ediciones: No eran la epopeya de estos años nuestros días (1981), Litoral sin sobresaltos (1984), Para quienes en altamar aún velan (1987), y Aguamala y otros poemas (1998). Y, así, en la quietud de las horas oscuras, descubrí allí muchos tiempos, desde los que creían que “la vida era una roja bandera y esas cosas” hasta los del agua quieta donde las manos de la poeta “ya han metido suficiente ruido entre las líneas”.

Traté de seguir la vereda desolada que cimbra la poesía de Gloria. Va uncida a su palabra y a su vivir, desde el sentimiento amargo que pugna por emerger entre unos versos impetuosos, hasta su encuentro con el sufrimiento universal. Y descubrí que la solidez de sus poemas corre parejas con un pesado convencimiento: somos huérfanos, nadie nos protege. A mayor certeza de esta verdad personal, hay más concreción en las voces elegidas (“pero si los días de ira han terminado / la puerta del futuro está cerrada para todos”). Y con estas certidumbres en su aljaba sombría, Gloria viaja quedamente hasta un leve, levísimo, puerto de serenidad. La voz entintada en la emoción va cediendo paso a la diseñada por la maestría, por la solvencia, por la sindéresis, por el dominio de la palabra poética.

Gloria es absolutamente consciente de la función colectiva de la poesía Y, para convencernos, arroja por doquier imágenes y definiciones preñadas de agresiva e implacable sensorialidad cuyos golpes apenas permiten al ser humano levantarse de sus abismos: “a las ratas les gusta: / viajar en barco / el empaque de las estufas / el queso añejo / las tortillas y el pan (duros) /los chicharrones de puerco / y la gente (cuando no hay más)”.

Gloria se identifica con el grito existencial de los años 70, cuando el artista agonizaba y requería la urgente atención del mundo y, al no recibirla, guardaba silencio, un peligroso silencio que llegó a franquear algunas puertas, no muchas: “no hable / no mire / quede en calma / no se soluciona todo a gritos /no se gana nada con llorar / camine hacia la puerta / salga / no haga caso de las flores / de las armas / de los hombres / no hable / no escriba”. Gloria no se rebela para hablar de “sus cosas”. Ella clama ante la conciencia ajena, exige que nos responsabilicemos de nuestra propia culpa. Y mientras su voz se eleva, nosotros permanecemos sordos: grave función de los artistas en el seno de las sociedades hostiles.

Aguamala y otros poemas está escrito con un pulso doloridamente sereno, convencido de la imposible redención humana, de la inutilidad de tantos actos fallidos. Y es aquí donde confirma que nada se puede rescatar del desastre: “parada ahí / entre la calle y la noche / a mitad de la esperanza / supe / que el mundo / no estaba preparado para darme otra cosa / que un baño de realidad helada / sin miramientos”.

Lo invito, querido lector, a escuchar la poesía de Gloria Gómez Guzmán. Presenta su Antología personal, 2009, el miércoles 18 de marzo, a las 13 horas en la Facultad de Música de la Universidad Autónoma de Tamaulipas, campus Tampico. Tendré el honor de darle la bienvenida editorial. Acompáñenos, Gloria es una poeta a quien todos debemos escuchar.

Y usted me leerá el próximo domingo? Gracias. Aquí lo espero.


anaelenadiazalejo@prodigy.net.mx

(Columna publicada en el periódico La Razón, Tampico, Tam, 15 de marzo de 2009)

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