viernes, 4 de julio de 2008

EPICÚREOS

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Para Arturo Etienne
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¡Buen domingo, querido lector! Mi querido amigo Arturo Etienne, hoy de visita en la porteña Buenos Aires, ha definido dos escuelas filosóficas, ESTOICISMO Y EPICUREÍSMO, como “las dos líneas entre las que transita la vida del hombre”. En efecto, mi sabio amigo reconoce que ambas escuelas caen en la tentación por las perfecciones espirituales, sólo que… en el modo de tomar la copa se conoce al bebedor. A los ESTOICOS se les identifica con la ecuanimidad ante la desgracia, y la entereza frente a la fatalidad y sus avatares, pero, ¿y los EPICÚREOS? Me temo que mi amado Diccionario de la Academia, no nos va a sacar de este trance. Requeriremos de algo más particular. ¿Por qué? Pues porque la Academia ofrece definiciones generales que las obras especializadas explican con la adecuada amplitud. En el caso que comento, la Academia dice: “1. Que sigue la doctrina de Epicuro, filósofo ateniense del siglo IV a. C.
2. Propio de este filósofo. 3. Entregado a los placeres.” Es evidente que la tercera acepción puede ser desvirtuada si no escuchamos otras voces, como la muy autorizada de don José Ferrater Mora en su DICCIONARIO DE FILOSOFÍA:
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"La moral de Epicuro se funda en el placer considerado como serenidad del alma: se trata, en realidad, del placer material, pero de un placer duradero, que no se encuentra en la agitación y en la turbulencia orgiásticas, sino en la liberación de todo dolor, cuya mera supresión hace que el hombre no desee ya nada. El verdadero placer es, por lo tanto, el placer reposado, el equilibrio del cuerpo manifestado en la salud, y la capacidad de resistencia al dolor. [Los epicúreos eligen, entre los distintos dolores] el que pueda ser fuente de un placer superior [y prefieren, entre ellos, el que suprime] el temor a los dioses y a la muerte."
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El rasgo culminante del epicureísmo, que manifiesta su doctrina de los placeres “serenos y reposados”, es su convicción de que quien muere no debe sentir su desaparición ni en su vida ni después de ella…
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En efecto, ESTOICOS y EPICÚREOS fortalecen su espíritu para enfrentar los grandes miedos del hombre: los dioses, la muerte, el dolor, conceptos cuya riquísima semántica abarca, en su inagotable iridiscencia, desde las emociones y los sentimientos más comunes hasta las sensaciones más finas y agudas que el hombre sensible pueda sufrir o acepte padecer.
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Pero es necesario precisar las metas básicas entre ESTOICOS y EPICÚREOS. Los ESTOICOS buscan en su ser intrínseco la fortaleza para enfrentar todo suceso, y en ello fundamentan su existencia. Los epicúreos persiguen lo mismo, pero para llegar al “placer” de saberse vencedores de toda desgracia por medio del conocimiento de su cuerpo y de su mente y, con esta conciencia, mantenerse indiferentes a toda ambición o necesidad. Y éste es uno de sus mayores triunfos. Para los epicúreos, la filosofía es una suerte de panacea, y el filósofo una especie de médico del espíritu que conoce el camino hacia la felicidad –¿principio y fin de la vida? Como usted puede ver, querido lector, el tema conlleva mil caminos y requiere de una vida para clarificarlo. En favor de los epicúreos, conviene recordar que el ejercicio puntual de sus principios los constituyó en un ejemplo para sus contemporáneos. Su máxima primordial: “Debes comportarte siempre como si estuvieras frente a Epicuro”: disciplina muy exigente hasta para los epicúreos.

En cualquier caso, ambas escuelas ofrecen actitudes estéticas reveladoras de la fortaleza propia de espíritus superiores cuya meta primordial es el autoconocimiento para cumplir, de manera impecable, la función que el hombre debe desempeñar en el Universo.

Epicuro (341-270 a. C.) nació en Gargeto, Atenas, y pasó su juventud en Samos. En el año 306 fundó su escuela en un jardín donde desarrolló sus doctrinas. Su trascendencia llega a nosotros gracias a sus defensores. Me gustaría recomendarle el poema DE LA NATURALEZA DE LAS COSAS, del romano Tito Lucrecio Caro (96?-55? A.C.), texto estelar que promueve la doctrina de Epicuro, y es uno de los grandes poemas de la literatura latina. Pertenece a la colección Bibliotheca Scriptorvm Graecorvm et Romanorvm Mexicana, perteneciente al Centro de Estudios Clásicos del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM.

¿Y me leerá el próximo domingo? Gracias. Lo espero.
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(Publicada el 29 de junio de 2008)
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