martes, 9 de junio de 2009

JUAN RULFO


¡Buen domingo, querido lector! Permítame recordarle que cada sábado, de 19 a 21 h, en la Biblioteca Rafael Ramírez Heredia, el Espacio Cultural Metropolitano está ofreciendo su segunda serie de conferencias sobre “NARRADORES MEXICANOS SIGLO XX”. Anoche hemos escuchado, en las voces de More Castillo de Valdiosera y Cesáreo Castillo González, cuatro textos pertenecientes a El llano en llamas: “Nos han dado la tierra”, ”La cuesta de las comadres”, ”En la madrugada” y “Talpa”.

El llano en llamas apareció en 1953, en la colección Letras Mexicanas del Fondo de Cultura Económica, su tiraje fue de 2,000 ejemplares. Rulfo tenía en ese momento 35 años. Dos más tarde apareció Pedro Páramo, considerada como la novela mexicana más importante del siglo XX, y una de las “diez mejores novelas del siglo XX universal”. Llegó la fama y a partir de allí las ediciones de ambos libros se multiplicaron. Aquella primera reunía 15 textos, mismos que mantuvo la segunda, de 1955, pero a ésta, en su segunda reimpresión, Rulfo le agregó dos más: “El día del derrumbe” y “La herencia de Matilde Arcángel”. Y desde entonces ése ha sido el contenido de El llano en llamas, si bien, ciertamente, ha recibido algunos ajustes estilísticos. No es el único entre los escritores de su momento; Paz, entre ellos, siempre cedió a la tentación de “corregir” o “modificar” alguna palabra o frase.

Tengo dos ediciones a la vista, la segunda −mi edición estudiantil− y la magnífica edición crítica realizada por el doctor Carlos Blanco Aguinaga para la colección Letras Hispánicas de la editorial española Cátedra. Incluye un buen marco histórico sobre el momento en que aparece Rulfo, una breve reseña sobre sus distintos quehaceres y un excelente comentario relativo a sus textos. Además, las notas sobre el vocabulario rulfiano aclaran algunas dudas para los neófitos en asuntos campiranos o en regionalismos jaliscienses. Es una edición fácil de adquirir y deben de tenerla nuestras bibliotecas locales.

La narrativa de Rulfo pertenece al período en el que empieza a cancelarse la narrativa revolucionaria. Aparece el nuevo México y el nuevo mexicano, más real, menos idealizado, más auténtico, menos fílmico. Sin demagogias, Rulfo, maestro del lenguaje, había capturado en sólo dos pequeños grandes libros, la mejor imagen del país por el que pasó la Revolución y cuyas pérdidas, muy graves, habían venido acompasadas con el ritmo de la ilusión y de la esperanza trastocada en frustraciones y desolación.

Juan Rulfo, el magnífico escritor jalisciense, nos ha dejado en sus obras un catálogo irisado de emociones trituradas por el propio hombre: el campo desolado, las llanuras secas donde no se puede vivir más que con la respiración ahogada por ese fuego subterráneo que va negando, poco a poco, el pan cotidiano y el oxígeno vital. ¿Qué son para nosotros el verde labrantío, los surcos, los retoños, las mieses doradas? La cultura libresca nos rebasa y todo lo contemplamos desde nuestra historia urbana –catálogo pictórico– mientras el llano arde en llamas de abandono y desesperanza.

Pero junto a esas páginas polvorientas, Rulfo nos entrega otras donde las neblinas mañaneras se desperezan, arrebujadas en su sábana tibia, para que la tierra luzca sus verdes y sus ocres, los gallos rindan homenaje al alba madrugadora, y el aire inunde de dulces y ácidos aromas la fecunda tierra novia, y al atardecer, como algo muy lejano, los lamentos del “Alabado” penetren las nubes de polvo, entre las luces de los cocuyos y una luna colgada del cielo nocturno tachonado de ojitos vigilantes.

La plasticidad y la esencialidad poética de la obra rulfiana la ha llevado a su interpretación en otras artes: música, teatro, cine, pintura. En Tampico, Francisco Geada ilustró, con seis cuadros magistrales, la revista Saloma. Letras entre Ríos, en su número de homenaje al narrador. Octavio Paz, quejoso de la ausencia de paisaje en las letras nacionales, considera a Rulfo el “único novelista mexicano que nos ha dado una imagen –no una descripción– de nuestro paisaje”.

¿Me leerá el próximo domingo? Gracias. Aquí lo espero.
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(Columna publicada en el periódico La Razón, Tampico, Tam, 31 de mayo de 2009)

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