domingo, 6 de septiembre de 2009

BERTOLD BRECHT EN CASA



¡Buen domingo querido lector! Permítame comentar hoy algo verdaderamente singular: el caso de Bertolt Brecht (1898-1956), el dramaturgo alemán que conoció el destierro, pero también la apoteosis. Movido por un espíritu innato de justicia, por una conciencia absoluta de los grandes valores universales, por un espíritu crítico siempre exaltado, creó sus particulares expresiones dramáticas para comunicar, casi de manera obsesiva, el antiguo problema de las infamantes relaciones ofensoras del orden social: opresor y oprimido, explotador y explotado, pero no sólo como situaciones que se dan de manera frecuente y ya casi inadvertida, sino como relaciones avaladas, aceptadas y hasta promulgadas por los códigos jurídicos y morales de la sociedad. Explicablemente, en su momento, esas ideas despertaron intranquilidad a los regímenes establecidos sobre esas bases: de allí la persecución de la que el dramaturgo fue víctima. En su Teatro Didáctico, Brecht, inspirado en los movimientos políticos marxistas, pretende concientizar a los jóvenes de distintas edades: se trata de breves composiciones en un acto −protagonizadas por sus mismos estudiantes−, con una clarísima intención instructora y educadora. Sus representaciones fueron suspendidas demasiadas veces por la policía. Brecht tuvo que llegar al extremo de limitarse a sólo hacer lectura pública de sus textos. En 1933 va al destierro y su obra es prohibida en su patria. Recorre Francia, Dinamarca, Finlandia, la Unión Soviética y, finalmente, los Estados Unidos de Norteamérica donde permaneció hasta 1946. En esos países presentó sus propias piezas, realizó adaptaciones de obras de crítica social, escribió guiones cinematográficos y argumentos para ópera y para ballet. La dialéctica que ofrece su teatro ha precisado los conceptos que nutren su ideología.


Bertolt Brecht representa el movimiento teatral más importante e interesante de toda la escena europea durante la posguerra de la Segunda Guerra Mundial. Sus composiciones líricas han tenido una formidable recepción por el pueblo alemán, apenas comparable con la que, en su tiempo, tuvo la poesía de Heine. Buena parte de su dramática forma parte del repertorio de casi todas las compañías internacionales de teatro.


Recientemente hemos disfrutado de la puesta en escena de La excepcion y la regla, pieza integrante del Teatro Didáctico de Brecht. En el Espacio Cultural Metropolitano, la maestra Leticia Lira y su Grupo 6A8 (Facultad de Música de la Universidad Autónoma de Tamaulipas) siempre atentos a la importancia de los repertorios clásicos, nos han ofrecido seis funciones: 19, 20, 26 y 27 de agosto, 2 y 3 de septiembre. El impecable desempeño de esta compañía logra transmitirnos y convencernos de la ideología de Brecht cuya vigencia es indiscutible hasta nuestros días.


Lástima grande es que aún no hayamos creado el hábito de asistir al teatro. Por su condición de obra representada, este género impulsa al público a mirar los problemas desde una perspectiva individual, a crear ideas propias, a ejercer un criterio personal respecto de los problemas exteriorizados en el escenario: es un atractivo semillero temático sobre la ética, la moral y la estética de nuestra sociedad. Al banquete, colmado de regias fuentes, acudieron muy pocos comensales a pesar de que todos fuimos invitados.


Una lección se cierne de estos hechos: conviene estar pendiente de los espectáculos artísticos que nos obsequian nuestras dos sedes más connotadas: el Espacio Cultural Metropolitano y la Casa de la Cultura de Tampico. No tenemos derecho a desperdiciar los bienes culturales. ¿O no lo cree usted así, querido lector?


¿Me leerá el próximo domingo? Lo espero, aquí estaré.



(Columna publicada en el periódico La Razón, Tampico, Tam, 06 de septiembre de 2009)

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