jueves, 12 de marzo de 2009

LECTORES


¡Buen domingo, querido lector! Permítame que hoy hable con usted de la importancia de los lectores en la producción literaria. Es tanta que, a partir de los años sesenta del pasado siglo, los teóricos de la literatura han considerado que los textos pueden construirse previendo la participación del lector. Para la aceptación de estas ideas, hubo de considerarse la existencia de un tipo muy especial de lector: con conocimientos previos, es decir, con experiencia de lector, pero de lector con juicios y prejuicios, sólo que bien organizados y, por lo tanto, aprovechables en cada una de sus posibles lecturas. Permítame un ejemplo. Si yo le digo: “Vamos a platicar de poesía”, usted, conocedor experimentado, se prepara para cierto tipo de discurso. Desde luego sabe que no va a reír ni a escuchar historias policíacas. No. usted afina sus sentidos, agudiza su capacidad emotiva, y se dispone a recibir metáforas, ritmos, imágenes. ¿Por qué? Pues porque usted ya conoce los poemas, porque ya ha escuchado poesías, porque, quizá, hasta tiene sus poetas o sus poemas preferidos. ¿Qué ha sucedido cuando yo le he anunciado que hablaremos de poesía? Pues que usted ha “activado” sus propios prejuicios (en el sentido de juicios previos), y no solamente espera un tipo específico de lectura, sino que, por obra de sus hábitos lectores, en cuanto escuche los primeros versos es capaz de alertar su juicio crítico relativo a la calidad poética del texto que va a recibir. Es decir, usted pondrá en juego sus juicios y sus prejuicios.

Pues de esta experiencia depende a veces el éxito, malo o bueno, de un libro: hay obras tan novedosas que no tienen referente en la información de los lectores, y, como no tienen con qué compararlas, como no disponen de un juicio previo, simplemente las desprecian o las ignoran. Algunos escritores, a sabiendas de que el público tiene sus proclividades, temáticas o genéricas, anuncian en sus portadas algunas palabras que le hagan un guiño al posible comprador de libros: “cuentos para mujeres solas”, “cuentos para leer en el autobús”, “antología de poetas jóvenes”. En estos títulos los autores van buscando a un tipo de público en especial: mujeres en soledad, viajantes de autobús, jóvenes que escriben poesía. Habrá quienes extiendan su espectro hacia ámbitos mayores, ¿recuerda las famosísimas Lecturas para mujeres, de Gabriela Mistral? Su excelente éxito aún se recuerda.

Estas “preferencias” de los lectores dependen de las circunstancias sociales, morales o políticas del medio en el que surgen los libros. Ciertamente, toda sociedad muestra, en sus aficiones textuales, los intereses de su momento. A esto, los teóricos de la literatura lo llaman “horizonte de expectativas”: eso que los individuos o la sociedad lectora espera encontrar en los libros que lee. Y puede ser individual o colectivo. Todo dependerá de las necesidades, de la curiosidad, de la búsqueda de ideas y de verdades que la sociedad necesite. ¿Recuerda usted el caso de El código Da Vinci: una novela policíaca convertida en palestra histórica e ideológica. Esto nos dice mucho del horizonte de expectativas de nuestra sociedad.

Ahora bien, hay libros tan fuertes, tan sólidos, tan profundos, que son capaces de ir hasta las raíces del edificio social y hacer cambios históricos. ¿Recuerda La cabaña del tío Tom?

Ahora bien, es obvio que el carácter individual importa mucho en la calidad de la lectura que se hace. Hay quien gusta de leer un solo tema porque quiere encontrar, machaconamente, otras versiones de lo mismo que lee, ya sea porque lo disfruta, porque lo lastima o porque lo provoca. Otros desean libros que obliguen a pensar, que propongan situaciones difíciles. Los hay que prefieren los retos y están dispuestos a enfrentar sus armas con nuevos modos de expresión, con nuevos temas.

Los tipos de lectores son infinitos. Lo importante es saber que los escritores pueden construir a sus lectores. Y los lectores, al precisar su horizonte de expectativas, también pueden construir a sus escritores. ¿Interesante, verdad?

Y usted, ¿me leerá el próximo domingo? Gracias, aquí lo espero.

anaelenadiazalejo@prodigy.net.mx
(Columna publicada en el periódico La Razón, Tampico, Tam, 8 de marzo de 2009)

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