lunes, 12 de octubre de 2009

LOS HILOS DE CADA DIA


¡Buen domingo, querido lector! He recibido el correo de un amigo cuyo anonimato deseo conservar, pero sí me parece interesante compartir con usted su pregunta: “¿podrías decir cuál ha sido la etapa más importante de tu vida?”

Si usted hubiera recibido esa pregunta, ¿qué contestaría?, ¿cómo seleccionaría una época tan sólo?, ¿podría despreciar o preterir algunos años o meses o días u horas, si todos fueron suyos, si todos estuvieron allí? Es natural: no todo el camino ha sido aprovechado de igual manera. Así como usted, amigo lector, yo también he cubierto etapas de formación, de iniciación en tantos ritos exigidos por la Naturaleza y por la sociedad. Es indudable: hubo algunos más intensos o más difíciles o más gozosos; pero hasta los instantes más anodinos, más insulsos, han cooperado en la construcción de este ser que soy ahora.

Don Alfonso Reyes, el ilustre regiomontano, el mexicano universal, dijo en su Pasado inmediato, refiriéndose a los jóvenes del México de principios del siglo XX: “Trabajo costó a los muchachos de entonces el admitir otra vez que la tela histórica está tramada con los hilos de cada día”. Y esas palabras de don Alfonso son aplicables a cada uno de nosotros. Desde niños, y durante todo nuestro pasar por el mundo, vamos acunando ideas, cobijando emociones, arropando ideales, manteniendo esperanzas… Y llega el día en que somos parte de un enorme entramado cuyos pequeños hilos dejan ver distintos matices, incomparables texturas, variados diseños.

Quizá todos hemos pasado por las grandes etapas casi obligatorias en toda existencia: la formativa hasta obtener un título o un empleo definitivo; la personal, cuando intentamos fundar una familia e integrarnos a la sociedad, y la de la senectud en la que tomamos nuestro lugar en el consejo. Sí, éstas son las grandes estaciones. Son la primavera, el verano, el otoño y el invierno, pero la consecución de la vida no es sólo eso: la primavera misma tiene sus propias etapas, sus momentos de brillo y su transformación hacia una madurez florecida en un verano desgranado de un invierno previo. Y así cada estación. Y así cada “cabrilleo” de nuestra presencia en el planeta.

Nuestro hoy es el resultado de las veinticuatro horas del día precedente, y la del día precedente, la del anterior, y así hasta el momento de nuestro primer llanto. ¿Cómo decir cuál ha sido la mejor etapa? ¡Todas han sido trascendentes! Todas en cada uno de sus resquicios, de sus meandros, de sus íntimos latidos: todas somos nosotros. Nunca podremos desprendernos de la párvula criatura que habitó nuestro ser. Es imposible deshacernos de nuestros primeros azoros, de nuestros primeros miedos, de nuestras primeras dudas. Aún está en nuestra memoria el adolescente asustado al contemplar la vida en plenitud. No podríamos olvidar nuestras intranquilidades por un futuro incierto. ¿Cómo deshacernos de las horas negras o de las sutilísimas que le dieron sentido a nuestra existencia? Hasta la resolución de un problema doméstico nos hará acudir a la mecánica aprendida en la praxis cotidiana cuyo acervo llevamos con nosotros mismos. Ego mecum porto, dijo Bías de Príene: Lo que soy lo llevo conmigo. ¡Gran verdad! Somos una cadena de instantes. No tenemos una etapa más importante que otra. ¡Todas lo son! ¿O no lo cree usted así?

¿Y usted me escuchará el próximo domingo? Gracias. Lo espero.

anaelenadiazalejo@prodigy.net.mx
www.endulcecharla.blogspot.com
Radio 920 AM, 6.15, 19.45 y 21 h

Columna publicada en el periódico La Razón, Tampico, Tam, 11 de octubre de 2009)

miércoles, 7 de octubre de 2009

LA CASA DE BERNARDA ALBA


¡Buen domingo, querido lector! Alguien dijo por ahí: ¡La casa de Bernarda Alba está de moda! Permítame usted añadir algo más. Federico García Lorca siempre está de moda. ¿Verdad que nos emocionamos hasta nuestras más profundas raíces con los versos magníficos del Romancero gitano? ¿Y no es cierto que Poeta en Nueva York nos obliga a cobrar conciencia de esa realidad lacerante que deseamos ignorar? El poeta granadino supo quintaesenciar el espíritu de su pueblo y transformarlo en metáforas inusitadas y sugerentes, como debe serlo toda metáfora; intranquilizantes y conmovedoras, como debe serlo siempre todo poema. Recordemos a Machado.

Mas otra España nace,
la España del cincel y de la maza,
con esa eterna juventud que se hace
del pasado macizo de la raza.
Una España implacable y redentora,
España que alborea
con un hacha en la mano vengadora,
España de la rabia y de la idea.


García Lorca pertenece a esa España del cincel y de la masa, de la rabia y de la idea, implacable y redentora. Quizá por eso fue victimado por los residuos siniestros de la España de cerrado y sacristía. Cada una de sus obras es un clamor de libertad, es un llamado hacia la Verdad, es un grito de guerra. Su poesía así lo demuestra. Sobre sus versos se cierne la sombra negra de la Guardia Civil, servidora de regímenes opresores, y la tradición de la España inferior que ora y bosteza, que ora y embiste, cuando se digna usar de la cabeza.

Su obra dramática tiene, entre otras piezas, tres tragedias: Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba, cuyo gran éxito no ha tenido precedentes en todos los países de raíz hispánica.

De esas tres obras, La casa de Bernarda Alba ha sido indefectiblemente seleccionada para formar parte del repertorio de todas las compañías de teatro. ¿Por qué?, ¿cuál es el motivo de esa predilección? A mí me parece que hay una razón básica: la representación moral del código sexual del pueblo español. Se trata de una tragedia en la que los valores tradicionales del honor están presentes al rojo vivo, y con ellos todos los subvalores que de allí se desencadenan. Los conceptos de soledad, de deseo, de representación social, de buena fama, de pureza física, laten apresuradamente en un mundo de mujeres solas, mujeres sin hombre, nacidas como hermanas pero que luchan entre ellas hasta la muerte por arrebatarse un marido. Bernarda, la madre, la castellana, la representante de la tradición, la poderosa, la dictadora de la vida y la muerte y hasta de los pensamientos de sus hijas, camina por el espinoso sendero que representa el obligar a cinco hembras a quedarse sin hombre. Es inevitable: Bernarda pierde el poder ante una de ellas, Adela, la más joven, la más aguerrida, la temerosa de perder su lozanía entre cuatro paredes encaladas; ella se enfrenta a la madre, pero sólo tiene su vida para responder, y la ofrenda. Y Bernarda Tradición, Bernarda España Vieja, Bernarda de Cerrado y Sacristía, hace de la muerte de su hija un triunfo y grita: “¡La hija de Bernarda Alba ha muerto virgen!”

La Compañía de Teatro del ESPACIO CULTURAL METROPOLITANO presentará esta obra en el turno matutino de los días 6 y 27 de octubre, en el Programa de Teatro Escolar. La dirección, magistral, está a cargo de nuestra primera actriz Sandra Muñoz. ¡Es imprescindible para los jóvenes! ¡Véanla antes de que la Compañía salga para Egipto en representación de México! ¡Véanla!

Y usted, amigo mío, ¿me leerá la próxima semana? Gracias. Aquí lo espero.

(Columna publicada en el periódico La Razón, Tampico, Tam, 04 de octubre de 2009)

DON ALFONSO REYES


¡Buen domingo, querido lector! Sigamos el buen ejemplo que nos ofrece mi cultísimo amigo don Andrés García, y leamos a don Alfonso Reyes, sí, a don Alfonso, al mexicano universal, al humanista mayor del siglo xx mexicano.


FUE EL BENJAMÍN DE AQUELLA NOTABLE Y TODAVÍA NO SUPERADA GENERACIÓN DE ESCRITORES QUE FORMÓ HACIA 1910 EL ATENEO DE LA JUVENTUD Y QUE, AL EMPRENDER UNA REVOLUCIÓN INTELECTUAL PARALELA A LA POLÍTICA Y SOCIAL QUE POR ENTONCES SE INICIABA, FUNDARÍA LAS BASES DE LA CULTURA CONTEMPORÁNEA DE MÉXICO. ANTONIO CASO Y PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA ERAN LOS MAESTROS DE AQUEL GRUPO EXCEPCIONAL; ENRIQUE GONZÁLEZ MARTÍNEZ Y LUIS G. URBINA, LOS "HERMANOS MAYORES", Y JUNTO A ELLOS SE CONVERTÍAN EN MAESTROS JOSÉ VASCONCELOS, ALFONSO REYES, JULIO TORRI, MARTÍN LUIS GUZMÁN, CARLOS GONZÁLEZ PEÑA, ALFONSO CRAVIOTO, JESÚS T. ACEVEDO, ALEJANDRO QUIJANO, GENARO FERNÁNDEZ MAC GRÉGOR, LUIS CASTILLO LEDÓN Y RICARDO GÓMEZ ROBELO.


Así inicia José Luis Martínez la Antología de Alfonso Reyes publicada en 1965 como primer número de la colección PENSAMIENTO DE AMÉRICA de la editorial COSTA-AMIC.

La obra de don Alfonso tiene mil facetas y todas ellas importantes para las letras y para la historia de nuestro país. Hombre de intereses enciclopédicos, tuvo una activísima vida académica desde su juventud. En 1913, a los veinticuatro años, obtuvo su título de abogado, y casi de inmediato fue nombrado Segundo Secretario de la Legación de México en Francia. En 1914 va a España y se dedica a la literatura y al periodismo. La doctora Lourdes Franco, estudiosa de esta etapa del trabajo de Reyes, dice: “En 1920, tras la muerte de Venustiano Carranza, José Vasconcelos convence al presidente interino Adolfo de la Huerta para que reasigne a Alfonso Reyes al cuerpo diplomático en Madrid y con la misma categoría que había tenido en Francia.” El reparto agrario promovido por el gobierno del general Obregón había creado graves molestias porque afectaban intereses españoles en tierras mexicanas. “Las relaciones con México llegaron a estar, según expresión misma de Reyes ‘prendidas con alfileres’ y fue justamente su gestión a través de la embajada, de gran ayuda en este sentido.” Tiempos difíciles para don Alfonso allende el mar. Su generosidad de espíritu, su don de gentes, su humanismo innato lo condujeron por el mejor de los caminos: “por una parte contribuyó de manera indiscutible a establecer y consolidar lazos culturales entre los países de habla hispana; por otro, logró la estabilidad política indispensable entre España y México”, concluye la doctora Franco.

De 1924 a 1937 desempeña diferentes cargos en el servicio exterior: Francia, Argentina, Brasil. En 1939 regresa definitivamente a México y preside la Casa de España en México –hoy Colegio de México. Fue Miembro de número de la Academia Mexicana, correspondiente de la Española y catedrático fundador del Colegio Nacional. Alfonso Reyes nació en Monterrey, Nuevo León, el 17 de mayo de 1889 (aunque hay quienes afirman que fue en 1890); murió en la Ciudad de México, el 27 de diciembre de 1959.

Don Alfonso escribió poesía, narrativa, ensayo. Su obra (hasta ahora 26 volúmenes en el gran formato de la colección Letras Mexicanas del Fondo de Cultura Económica) sigue siendo recopilada y estudiada. Algunos títulos son obligatorias para todo mexicano, entre otros: Visión de Anáhuac, verdadera oda a nuestro pasado prehispánico.

Ayer viernes a las 19 horas hemos escuchado la amenísima plática que con el título “Alfonso Reyes, el mexicano universal” nos obsequió uno de sus devotos: don Andrés García, principal promotor cultural en este puerto. Invitado por el Patronato de Bibliotecas Municipales, don Andrés hizo gala de su reconocida erudición sustentada en sus vastísimas lecturas y en su innata amenidad. De esa magnífica charla emergió la figura inmarcesible y grandiosa del gran humanista regiomontano.

Y a usted, ¿lo espero el próximo domingo? Gracias. Aquí estaré.

(Columna publicada en el periódico La Razón, Tampico, Tam, 27 de septiembre de 2009)